Fundación de la Cofradía de Ntra. Sra. de los Dolores. 1792

Ruiz Ángel, Gemma; Cecilia Espinosa, Mariano.  (2003): «La fundación de  la Cofradía de Ntra. Sra. de los Dolores», 75 Aniversario: Mayordomía Ntra. Sra. de los Dolores.1928-2003

En 1754 se instituye canónicamente por el obispo Juan Elías Gómez de Terán en el altar de la Virgen de los Dolores de la Iglesia de Santiago una Cofradía bajo esta advocación, con privilegios y bulas concedidas en 1752 por el Papa Benedicto XIV¹, fruto de la arraigada devoción hacia la Santísima Virgen de los Dolores que se veneraba en la parroquia.

La cofradía surge en un momento en donde el carácter de estas agrupaciones ha perdido las motivaciones originales de religiosidad benéfica, a favor de otras de carácter popular y festivo que bajo la apariencia religiosa escondían móviles paganos nada edificantes.

Para las altas jerarquías eclesiásticas de aquel momento. Contra esto, el Obispo Tormo luchará para evitar la degeneración de estas agrupaciones al unísono con los ilustrados de aquellos años, que verán en ellas auténticas contradicciones con el espíritu del siglo. Un ejemplo cercano y conocido fue la supresión por parte de este obispo de la procesión de Jueves Santo por la tarde que organizaba la Congregación de Ntra. Sra. del Pilar, suspendida por escándalos públicos durante varias décadas.

Como veremos a continuación es muy significativo de que el Obispo de Orihuela favoreciera a la cofradía con sus indulgencias, síntoma inequívoco de la pureza católica que los cofrades impartían a la cofradía y a la confianza que merecían del recto prelado.

La Cofradía de Ntra. Sra. de los Dolores se concibe como una congregación de claros tintes servitas en torno a la veneración de los dolores de la Virgen María, advocación como hemos podido comprobar muy arraigada en la Parroquia de Santiago Apóstol de nuestra ciudad. Según determinan sus primeros estatutos sus cofrades estaban obligados a «a contemplar los siete dolores de María Santísima rezando la corona dolorosa que se compone de siete setenas, y en cada una de ellas un Padre Nuestro y siete Ave Marías con Gloria Patris²»

Podían pertenecer a la cofradía pertenecer a la cofradía todos los fieles de ambos sexos inscribiéndose en el correspondiente libro de cofrades, tal como señalan los estatutos fundacionales. El día de su ingreso los cofrades tomaban el hábito y recibían un escapulario como signo distintivo con el emblema de la Virgen de los Dolores, es decir, el corazón atravesado por los siete puñales, símbolo de los siete Dolores de María. Estas connotaciones y en general sus finalidades y objetivos nos indican el carácter servista de esta cofradía.

Sus principales cargos eran el Prior, que encabezaba una junta de 12 personas en donde seis de ellos eran laicos y la otra mitad restante eran clérigos y el Secretario, que administraba la economía de la congregación y registraba a los cofrades en su correspondiente libro.

La cofradía celebraba cinco festividades: la primera el Domingo de Pascua de Resurrección, en el mes de septiembre los Dolores de María Santísima, el sábado antes del Domingo de Pasión, el día de la Virgen de los Dolores, habiendo practicado la novena ocho días antes, el día de la Purificación de la Virgen y el día de la Encarnación de Dios. Desde su fundación, la festividad de María Santísima de los Dolores se venia celebrando en Sábado de pasión, sin embargo en 1771, la cofradía acordó celebrar la fiesta en el propio día de la Virgen, es decir, durante el Viernes de Dolores, con el objeto de que se hiciera con mayor solemnidad³.

La cofradía sufragaba los costes de la novena, culto de la imagen y en general todos los gastos mediante las limosnas y donativos de los fieles y devotos. Si analizamos minuciosamente las cuentas de la cofradía los principales ingresos venían dados de las limosnas de los feligreses que a título personal4; eran entregadas para satisfacer el culto a la Virgen de los Dolores.

Desde 1744, diversas personas se habían comprometido a aportar sus limosnas para mayor veneración y culto a Mª Santísima de los Dolores y contribuir al solemne novenario que se celebraba en la parroquia. Estos devotos pertenecían a las clases más pudientes de la ciudad y en la práctica actuaban como «mayordomos» aunque no se les diera esta denominación dentro de la cofradía. Es muy significativo el hecho de que las mujeres predominaran dentro de este grupo de fieles que mantenían con sus aportaciones personales el sufragio de los costes de las celebraciones relacionadas con la novena, como limosna a la imagen titular de la cofradía.

Por otro lado también se recaudaban limosnas en la propia iglesia depositándolas en la arquilla que había en la capilla de la virgen, en el platillo que se colocaba junto a la entrada de la iglesia durante la novena, por el fruto de la recogida de limosnas por todo el ámbito de la parroquia en la víspera de la fiesta de la Virgen o la satisfacción de las tallas de los cofrades que ascendían a un real en el día de su ingreso y 6 sueldos moneda valenciana como cuota anual5.

A su vez los gastos se centraban en el sufragio de las celebraciones religiosas características de la cofradía como es el caso de la novena que conllevaba gastos como la música de la catedral que intervenía el día de la fiesta de la virgen, los músicos que actuaban todas las tardes del novenario, las propias misas, o las limosnas que se le daban a los predicadores del novenario6 que procedían de los conventos de la ciudad; San Francisco, El Carmen, Capuchinos y Descalzos.

El culto ordinario de la imagen en su altar conllevaba gastos considerables como era mantener la lámpara de su altar encendida, que a menudo era sufragada por algún devoto o el adorno de la capilla con flores de papel. Asimismo también suponían gastos destacables la realización de carteles de los predicadores que se repartían entre los fieles, cartas, libros de novenas y estampas de la virgen7, los escapularios que se confeccionaban para los cofrades8, las misas del día de almas para todos los cofrades difuntos o en alguna ocasión los morteretes que se tiraban el día de la festividad de la virgen y las flores que se colocaban en el paso.

En 1769 se prohibió por Real Pragmática el pedir limosnas, suponiendo un autentico «handicap» para los ingresos de la cofradía, que solo recibió los donativos traídos a la iglesia, ya que la citada orden tuvo como consecuencia que no se fuera a la casa de los devotos para recoger las acostumbradas limosnas. Esto conllevo que la cofradía solicitara a la parroquia una ayuda económica que fue concedida para evitar la suspensión de la novena, concretamente la fábrica de Santiago otorgó 10 libras a favor de la cofradía9

1 En el archivo histórico parroquial de Santiago se conservan los privilegios que fueron concedidos por Benedicto XIV. A.P.S. Sig.: P.2-103
2 Señala Montesinos que en este año el predicador de cuaresma Fray Pedro de Orihuela, religioso Capuchino, predicó todas las tardes del novenario promoviendo de esta forma la devoción a la Virgen. MOMTESINO, J: Compendio-Histórico Oriolano, tomo III, 1792, f.349
3 Las tallas se recogían conjuntamente con las limosnas de los fieles en el platillo que se colocaba en la entrada de la iglesia durante el novenario. Sig.:149
4 Significativamente las familias de rango social más elevado con mayor disponibilidad económica, como ejemplos destacados podemos señalar las aportaciones de Felipe Caballero, gobernador de la ciudad, el marqués de Arneva, Ignacio Togores, Josepha Escorcia, Macacla Moncada, o algunos integrantes de la familia Rocafull, por citar ejemplos destacados.
5 A.P.S. Sig.: 149. f. 14-r
6 A.P.S. Sig.: 505-23
7 Según aparece reflejado en los gastos de la Cofradía los escapularios estaban realizados con tela de lana, cinta filadís y escudos de tafetán sencillo. Sig.: 149
8 Durante este período fue habitual que su ejecución corriera a cargo del impresor y grabador Joseph Alagarda.
9 En este sentido es necesario mencionar que no todos los predicadores aceptaban las limosnas que la cofradía les daba en forma de pago.